HUGO CHÁVEZ Y LOS SERES INVISIBLES
En
agosto de 1998, seis meses antes de ser elegido Hugo Chávez presidente de
Venezuela, cifras oficiales divulgadas por la empresa Datanálisis revelaban que
de una población de 22.789.025 de habitantes del país el número de personas
ubicadas en los estratos D y E (pobreza estructural y pobreza crítica) alcanzaba
el 77%, lo que significaba más de dos tercios de venezolanos miserables, entre
ellos más de 7 millones de niños sin hogar o escuela y de éstos más de 4
millones con severos cuadros de desnutrición.
Eran
los seres invisibles, herederos de otros seres invisibles, mil veces
traicionados.
Todo
cuanto se hizo y se deshizo en medio siglo para cambiar esta devastación no
sólo fue inútil o mendaz: la devastación había crecido hasta devorar
políticamente a sus creadores.
Mientras
los seres invisibles –invisibles para la historia oficial, el paroxismo
individualista y la frívola insensibilidad- malvivían postergados y sustraídos
de casi todo derecho humano, otros en cambio, actuantes y visibles, por sí o
por interpuestos asaltaban y saqueaban arcas y propiedades del común en
complicidad con poderes y funcionarios envilecidos, hasta dejar país y pueblo
en el estado de postración que aquellas cifras y realidades acusaban.
Tales
iniquidades trajeron estas insurrecciones, a la cabeza victoriosa de las cuales
Hugo Chávez ha sido elegido por nuestro pueblo una y otra vez.
Porque
desde entonces los seres invisibles se hicieron visibles.
Y
esta vez, espero, para siempre.
Gustavo Pereira
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